AFERRARSE
Quiero descansar, aunque no me quiero dormir. La
verdad es que la pastilla, aunque pequeña, no me da opción. No quiero cerrar
los ojos y revivir lo de anoche, con ese cielo completamente celeste y el sol
en lo alto, cargante, tal como sabe que detesto. Era un bello día a pesar del
sol.
Iba en un bus de turismo, en el segundo piso, de esos
buses que son abiertos y pasean turistas felices por ciudades maravillosas. Yo,
en cambio, iba paseando por una autopista intentando disfrutar del viaje y no
me di cuenta cuando el bus subió la velocidad. Iba sentado en la orilla pero
casi caí cuando aceleró. Me sujeté de los fierros, como si estuviera en Fantasilandia,
pero mis manos sudaban. Sentía como uno a uno mis dedos se soltaban. Aunque el
miedo a caer fue más grande en ese momento y logré sujetarme. Supe que algo
había sucedido.
Sentía que estaba en la transmisión en vivo de una
noticia de última hora y mientras el mundo se informaba el bus seguía tomando
velocidad. Una balacera había tenido lugar en la autopista minutos antes de
nuestro paso. No sabía si ya había terminado, pero eso explicaba la velocidad
del bus. En la autopista, amplia y gris, como esas deprimentes en Santiago, uno
tras otro empezaban a aparecer los cuerpos masacrados que el bus esquivaba con
dificultad. Algunos de ellos todavía estaban medio vivos, pero la mayoría había
muerto desangrada. El camino estaba teñido de un rojo tragedia, como si ahí mismo
hubieran realizado las autopsias. No había plástico suficiente para cubrir
tanto muerto.
Cuando al fin logramos salir de esa carretera
salpicada de muerte, llegué a una ciudad envuelta en cerros, gigantes como el
de esa subida arrogante frente al puerto en Talcahuano. Bajé del bus para darme
cuenta que tenía una reunión y que era tarde, muy tarde, de hecho. Iba tan
atrasado que incluso ya había alumnos y padres esperándome y que definitivamente
no iba a ser capaz de llegar a tiempo. No sé qué tanto podía haber hecho si
todavía tenía en mi mente la sensación de caer y la imagen de los cuerpos en la
autopista. Ahora debía bajar ese cerro empinado, rocoso e infinito para poder
llegar, pero no lo conseguiría ni lanzándome. Evidentemente, y tal como era de
esperarse, a pesar de saberlo, me vi a mí mismo, inocente, intentarlo igual. Sin
éxito, por supuesto, como si hubiera intentado salvar a esas personas de
desangrarse con una bandita.
Después de eso no quise volver a dormir y soñar con
todo lo que no soy capaz de hacer, de la misma forma en que no puedo cuando
estoy despierto. Si soñar no me iba a llevar a un lugar mejor, habría preferido
no dormir ni soñar.
Comentarios
Publicar un comentario
Que si te gustó o no, si reíste o moriste de aburrimiento, si te ha pasado o lo has vivido, comenta, que quiero saberlo.